ES IMPORTANTE SABER

miércoles, 30 de junio de 2010

Lo llamaban El Castillo - I

Va en partes. El que avisa no es traidor: es largo, es un montón de mierda y no lleva a ningún lado.

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Nos conocemos con Francisca desde que yo tenía trece años y ella nueve.
Es la hija del imbécil que fuera la última pareja duradera de mi madre: Guillermo, un herrero, peronista, ex exiliado, terriblemente chamuyero, alcohólico, mentiroso, infantil, violento.

Tuvimos mucho contacto con Fran el primer año de conocernos, caminábamos los fines de semana por el rio de Cascallares, entre flores silvestres, buscando nada. Una alegría muy fuerte me llenaba cada vez que nos encontrábamos, junto con cierta confusión. A partir de sus diez, once años, nuestros encuentros comenzaron a espaciarse cada vez más.

Mi madre recuerda lo que dije cuando nos reencontramos por primera vez en mucho tiempo con Fran, muy casualmente, en la calle. Yo era un chico superado ya por aquella época y dije: "me embolan las nenas que largan el chupete y agarran la cocaína".
Teníamos en ese momento yo diez y siete años, Fran trece.


Cuando llegó a los diez y seis, se presentó un día con Felisa, mi madre, a contarle que estaba embarazada, y todavía hoy cuenta como algo valioso que Felisa la acompañara a abortar. En aquella época yo todavía no tenía una postura tomada frente al aborto, pero tendía a estar en contra. Al charlarlo con Felisa, me cortó con gesto inexorable, diciendo "es un problema menos".
Yo hubiera preferido que tres años antes hiciera algún intento de disuadirla de coger a cambio de falopa, pero lo digo desde la perspectiva que da el tiempo.

El tiempo, y el desarrollo calamitoso de los acontecimientos.


Superando los diez y ocho años, Fran tenía ya una larga historia de internaciones en clínicas de desintoxicación, salidas y reincidencias.
En esa época, me encontraba metido en problemas profundos con mi padre, de los que ya hablé en otro lado. Lo peor de todo es que no lo sabía: consideraba a mi padre una persona sana todavía, y más aún, destacablemente inteligente. Tardaría varios años más en darme cuenta de su profunda locura.
Mientras, me emborrachaba de lunes a lunes.

No nos veíamos mucho con Francisca por esa época, porque ella vivía con su abuela y hermana maternas.

Su madre murió en un accidente de auto cuando Fran tenía dos años. Su tío y abuelo maternos habían muerto poco antes. De su familia paterna nunca supimos nada. Guillermo no llevó a ninguna de sus hijas a vivir con él, ni antes ni después de convivir con Felisa.

Tras el accidente, Francisca y Margarita, su hermana cuatro años mayor, vivieron un tiempo con la siguiente esposa de Guillermo, a la cual embarazara para tener su tercer hija, María, y abandonarlas de repente. A todas juntas. Esta mujer, con una hija propia, dos ajenas y sin marido, pasó un tiempo de presiones que la volvieron bastante cruel.

En algún momento, la abuela materna de Fran y Margarita recupera a sus dos nietas e intenta convivir con ellas. Desde entonces hasta ahora, la llaman "Bubi".
Tal vez sobre repetirlo, pero es necesario que quede claro: Bubi había perdido en breve tiempo a su marido y a sus dos hijos veinteañeros, varón y nena, madre de Fran y Margarita. No estaba para mucho, la vieja.

Algunos detalles, sin embargo, es difícil saber de dónde salen, como el recuerdo claro de Francisca de estar almorzando y que la abuela soltara frases del tipo de “y con esta cara de puta enfrente tengo que comer yo”. Era la época en que Francisca aún no sabía lo que significaba “puta”.

Ni cuan profundamente lo aprendería en el futuro cercano.

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