ES IMPORTANTE SABER

viernes, 11 de junio de 2010

Momentos cumbre - I - Miracle Man por Alan Moore

Acerca de las razones correctas para querer ser un super héroe.

Allá por 1940, una editorial ya desaparecida saca un personaje similar a Superman, con una leve diferencia: en vez de ser todo el tiempo un super hombre enmascarado de persona normal, el Capitán Marvel es la mayor parte del día un niño muy sencillo y pobre, que al decir una palabra mágica se transforma en un adulto super fuerte, invulnerable y capaz de volar.

Excepto un período magistralmente llevado por alguien cuyo nombre no recuerdo pero de apellido Beck, el personaje tiene mayormente aventuras muy bizarras, que explotan el lado colorido y simplista de la fantasía super heroica: golpea nazis, dice cosas como “santos macarrones!!”, y salva el día siempre en cuatro o cinco páginas.
Con el tiempo, incluso le aparece una pseudo familia de jóvenes y pares, que diciendo la misma palabra mágica consiguen también pasar de seres humanos normales y anónimos a super héroes.

Cuarenta años después, Alan Moore retomaría algunas de estas ideas para expresar su particular, interesante, profundísima concepción de la mitología y el potencial reflexivo de la fantasía super heroica.

Michael Moran, el personaje central, está avanzado en sus treinta años, establecido en un trabajo mediocre y una pareja amable a pesar de no lograr tener hijos, cuando un día se descubre portador de super poderes.
A través de momentos muy conmovedores, donde Moran reacciona siempre desde la humanidad más cabal, desmayándose y dudando de sí mismo, va recuperando un pasado olvidado como experimento científico militar en el que se usó parte de su propio material genético para generar un cuerpo super evolucionado, y mediante un dispositivo X, activado por un implante post hipnótico asociado a una palabra, Michael Moran puede cambiar su mente de un cuerpo a otro, trayendo el super evolucionado de un lugar sin tiempo llamado el “infraespacio” a donde va a parar, momentáneamente su cuerpo normal, vacío y deshabitado por su identidad psíquica.

Este nuevo cuerpo, superpoderoso y habitado por la identidad de Moran es conocido como “Miracle Man”, el hombre milagro.

El día que descubre esto, lo primero que hace es lo que tal vez todos haríamos: va a contárselo a su mujer.
En el camino disfruta de volar, de la suavidad y seguridad que siente, abrigado en la serenidad del poder de un organismo super evolucionado, alimentado con energía ilimitada.

Se presenta en el departamento con su cuerpo de Miracle Man: una cabeza más alto, esbelto, grácil e ingrávido, de proporciones áureas y músculos de seda.
Su fuerza se revela como un aura de luz y poder alrededor, brillan estrellitas en cada uno de sus movimientos.
Es el bueno. Es super. Es super bueno. Brilla.

Su mujer, Liz, al principio no le cree, luego lo reconoce, se ríe de lo absurdo de la situación, cede al amor por su marido y a la fascinación con su nuevo cuerpo, hacen el amor.

Las aventuras pasan. Pocas, cada cosa es importante.
Liz es curiosa, propone investigar los límites del “asunto super”: la naturaleza y extensión de sus poderes. Hacen pruebas, testeos, prácticas.
Moran nunca termina de identificarse con su versión super: tiende a llamarlo “él”.
Al terminar una de las prácticas, cuenta a Liz que se percató de una cosa: su yo “super” es más inteligente que él.
“O sea: sigo siendo yo, pero soy más inteligente, mis pensamientos son más claros, precisos, rápidos”. “Él es más inteligente que yo”.
En respuesta, Liz le dice que está atrasada en su período.
Está segura de estar embarazada, y esta segura de que es del día en que hicieron el amor con Moran en su identidad de Miracle Man.























Los días pasan, Moran tiene altibajos laborales, siente que no logra solucionarlos.
Se deprime, crece una angustia en él, cada vez mayor.
Un día discute con Liz. En las páginas reproducidas abajo, empieza tratando de no tocar el tema, de no hablar de Miracle Man, hasta que se confiesa: se siente abrumado.
Miracle Man es mejor que él en todo, y no se trata solamente de que es fuerte, o de que la embarazó en el primer coito tras años de no lograrlo como Moran.

Ni de volar, lo peor no es que vuele libre, aunque también pese.

Lo peor es otra cosa: la superioridad del Ubermensch no se acaba, ni siquiera empieza en lo físico.
Sino en lo vivencial.
El superhombre existe mejor. En todo sentido, en cada segundo.
Moran explica a su esposa la diferencia de experiencia y sentimiento entre Miracle Man y él, lo que vive siendo uno y siendo otro.

“El piensa tan diferente a mi… sus pensamientos son como poesía o… algo…”

y lo más claro y doloroso que encuentra para terminar de explicarse, es su propia relación con ella.
El amor por su propia esposa como hombre y como super hombre.

“Y sus emociones… sus emociones son tan puras… cuando él te ama es gigantesco… su amor es tan fuerte y directo y limpio… cuando yo te amo está todo mezclado con quién no está haciendo su parte de la limpieza y cosas neuróticas, chiquitas y torcidas como esas…”
“A veces quiero ser él todo el tiempo…”
“Y a veces sólo quisiera que desaparezca y nos deje en paz”.

El super hombre simplemente disfruta más, y mejor, de la vida.
Es mas fuerte, es mas inteligente.
Es mas bueno, su cualidad moral es mayor.
Quiere mas: siente mas amor, mas puro, mas limpio.
Está en paz con la vida en todo momento.

Y el hombre común a su sombra, a su luz, no crece.

Se marchita.




No hay comentarios:

Publicar un comentario