ES IMPORTANTE SABER

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La rosa y el lecho - Epílogo - II

Hay que insistir en la pregunta, no quiere terminar de escucharla.

“Pienso que las cosas se podrían haber dado con menos dramatismo, pero entiendo que fue una necesidad tuya y lo respeto”.
“¿Hablaste con Javier del tema?”
“Claro. Javier está muy dolido por la separación con vos, y...”
“¿Le contaste de Alfredo y vos?”
“No”.

Nos miramos.

“Para mí es totalmente necesario que blanquees con él.”
“El ya sabe...”
“Necesito que se lo cuentes vos”.

Que Felisa reconozca ante mi hermano que hay antecedentes de abuso endogámico en la familia, quiero creer, daría base a mis propias acusaciones. También implicaría una retractación clara de cosas hasta ahora negadas o escondidas.
Quiero creer que las consecuencias de esto en cualquier consideración que pueda hacer Javier son masivas.
Pero en realidad no lo espero, no creo que nada saque a mi hermano del lugar en donde él es tan copado que me quiere aunque yo esté loco y lamenta que yo ande diciendo boludeces y creyéndomelas.

“Si a vos te parece que eso pesa sobre la posibilidad de que se reencuentren...”
“Si, claro”.

Comenta en voz baja que está dispuesta a tratar el tema con un terapeuta que a todos nos parezca adecuado. Se lo tomo inmediatamente, le agradezco la disposición.
Me tiembla la respiración muchas veces, al hablar, a veces se me reduce la voz a un hilo, como a ella.

Charlamos un poco más, insisto en que hable con Javier. “Todos tenemos que saber lo mismo, no está bien que unos sepan unas cosas de la historia de la familia y otros no: todos tenemos que saber lo mismo”.

Disolvemos la reunión y mientras va al baño antes de salir, decido pasarle una factura más.

Le digo “pensé si hacerlo o no, pero es mejor que todo quede ya dicho”.
“El tiempo que viví con ustedes, yo nunca lo dije, e hice fuerza para no pensarlo, pero me terminó llamando mucho la atención que personas muy dispares y sin contacto entre sí pensaran que yo le bancaba la carrera a Javier, por estar yo aportando dinero a la casa y él no”.
“Bueno, a mi lo que piensen los demás me importa poco”.
“Debería importarte algo más. A mí, como indicador, me parece al menos curioso”.
“Pero además, el dinero que vos aportabas no fue nunca más que el de tus propios gastos”. Omití que además me compraba y cocinaba mi propia comida, y fui derecho a lo que me importaba.
“Pero Javier no tuvo que aportar ese dinero. Y vos eras muy conciente de que yo además le aportaba a mi viejo. El total de la plata que le daba a los dos era un tercio de mi sueldo. Exactamente la cantidad de plata que después usaba para pagarme un alquiler por mi cuenta. Y mientras estaba en tu casa, no entendía porqué no me alcanzaba con el dinero que ganaba trabajando para independizarme”.
Segui “y cuando me dí cuenta de esto y te lo dije, lo que vos me respondiste siempre fue que ese era un arreglo que habías hecho vos con Javier”.

“Y siempre me hizo demasiado ruido que en una casa donde estábamos tres personas, dos hicieran un arreglo. Que nunca nos hubiéramos sentado a que se dijera abiertamente ´Javier no va aportar sus gastos, Rogelio si´. Y que estuvieramos en esa situacion durante años, viviendo en la misma casa. No considero que haya sido inocente de tu parte, ni de la de Javier. Y es más de lo mismo: todos tenemos que saber lo mismo que saben los otros. Necesito transparencia”.

En algún momento, refiriéndose a su desprecio por la opinión de terceros, dijo algo como “Yo estoy tan convencida del cariño que te tengo, que no necesito demostrárselo a nadie”.
Se lo dejé pasar, ya había pasado dos facturas grandes el mismo día.

Quedamos en que, con sus tiempos porque el tema es muy delicado, iría hablando con Javier y encarando una terapia familiar. La semana siguiente se iba de vacaciones, a encontrarse con Alfredo en Estados Unidos y viajar un poco por la costa. Queria verme antes de irse, quedamos en un encuentro la semana siguiente.

Pero al día siguiente tocaba terapia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario