ES IMPORTANTE SABER

jueves, 21 de octubre de 2010

La llamada de lo pánico - I (de muuuchos)

Dos sesiones seguidas con Alicia fueron absolutamente infructuosas.
Cada vez que intentábamos entrar en trance, inmediatamente era tomado por sensaciones de enojo y rechazo tan intensas, que no podíamos ni empezar a visualizar.

La segunda vez de éstas, no se lo dije, pero había experimentado algo similar a una visualización, y consistía en una especie de conos divergentes de hierro, rodeados de alambre de espino cual enredadera.

La imagen me parecía tan clara en cuanto a la dureza inflexible e irreconciliable, que no creí que agregara nada contarla.

Alicia se veía francamente preocupada, casi llegando a lo angustiada, dentro de lo desprendida que es del mambo de cada uno de sus pacientes o allegados.
Suele bromear diciendo “esto que vivís como un problema, no me preocupa, y ojo: eso es porque te tengo confianza, no solamente porque lo tengas que resolver vos y no yo”.

Pero ahora se la veía preocupada.

Yo, mientras, sufría agotadoras tensiones durante la semana, fruto de saber con claridad directa que todo el trabajo con ella se basa en lograr la conciliación con el yo interior, y al mismo tiempo saber que a mi yo interior mis planes y valores le importan absolutamente nada. Por lo que, si conciliara con él, sería en base a la total renuncia a mis planes y valores, en favor de una instancia que hasta ahora tuvo la puta costumbre de manifestarse de modos débiles, ambiguos y aparentemente caprichosos.

Finalmente, de algún modo, posiblemente debido a la excesiva lectura de la versión extendida del i ching, terminé aceptando que esta figura fantasmagórica e incapaz de manifestarse tangiblemente, es más importante que yo.
La punta del iceberg, el 95% del cerebro que no usamos, la inmensa red neuronal extracerebral, o la emoción y el instinto complementando el intelecto, o el inconciente y toda su galería de conceptos y órganos psíquicos, lo que sea: sobran formas de interpretar el yo conciente como una parte minoritaria del organismo.

Concebí de modo positivo ser el apéndice material de un organismo mayor, cuyas consideraciones incluyen todo lo que es mi vida sensible, pero como parte de un todo que no voy a lograr ver jamás, así que tampoco es de esperar acuerdo de mi parte en los planes de este ente que me incluye. Pero es razonablemente seguro esperar de su parte hacia mí buena voluntad e intención de cuidado.

A los empujones, mientras, tuvimos la sesión donde experimenté el oceáno de miedo, y luego aquella donde no entendí nada pero me llevó a recontactar con mi madre.

En la siguiente sesión a estas cuatro, todo dió un vuelco repentino.
Durante la semana de preparación a esta sesión, o de descanso entre sesiones, o simplemente durante la semana, había experimentado un extraño rechazo a consultar los oráculos sobre ciertas cuestiones, y una rapidísima saciedad en los casos en que sí los consultara.

No recuerdo todos los detalles de la sesión ahora, no los tomé en su momento y posiblemente se hayan perdido para siempre, y es casi seguro que lo que recuerdo ahora no fuera lo central, pero sirve a los efectos del hilo de hoy.

En cierto momento, de algún modo, remedamos una situación que ya había visualizado anteriomente, en la que mi niño interno (regularmente un Rogelio de dos años), mi yo presente y mi yo Superior o guía (esta vez apareciendo como un viejo mezcla del ermitaño del thoth, y un gandalf particularmente corpulento), coincidimos en una misma mesa.

La sensación permanente, que tenía mucho que ver con cómo me venía sintiendo en varios aspectos de mi vida, especialmente en el trabajo, era la de ser yo demasiado tonto para entender de qué se hablaba.

Esta incomodidad se veía sólo ligeramente moderada por la benevolencia con que sentía que mi niño interno y guia se reían de mi. Desprendían una mezcla entre pensar que en el momento adecuado yo entendería y que en realidad si nunca entiendo nada no importa.

1 comentario:

  1. Continúo leyéndote. Me pareció trascendente el trabajo de las constelaciones. Me parece relevante el deseo de trabajar en tu sanación.T odo esto te evoluciona y tu ser tiene sed de plenitud. Porque nadie te sana, tu decides si sanas. Todo depende de ti... Algunos consultantes me miran asustados cuando les digo esa última frase. Pero es cierto, ¡somos dioses!

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