ES IMPORTANTE SABER

jueves, 14 de octubre de 2010

La rosa y el lecho - fin

Estoy atascado, y mi mano empieza a moverse espasmódicamente hacia atrás, como si quisiera rascarme entre los omóplatos. Cuando encuentro el brazo de la esencia de mi nacimiento y lo tomo, esperando un trueno.
Es el momento que elige Daniel para terminar la sesión.

Fiel a los preceptos de Hellinger, considera que este es el momento de más fuerza de la sesión, y que seguir desde acá solamente embarra los logros ya obtenidos.
Que no son pocos: es una de las sesiones más largas que recuerdo.

Terminamos, vuelvo a mi asiento, Felisa me cruza en el camino y me abraza, noto que en algún momento lloró. Nos quedamos en el abrazo hasta que el pudor nos indica corrernos del medio.

Participamos del resto del taller hasta el recreo, en que ella retoma su día. Yo me quedo hasta el fin, por costumbre de servicio. Charlando más tarde con la chica que representara a mi madre, recalcó haber sentido permanentemente el deseo claro e intenso de mantenerme aparte de la historia familiar y sus consecuencias, un deseo de protección muy intenso.

Por mi parte, me senté ese mismo día a contemplar un hecho simple: había consegido lo que quería. Me lo había dado mi madre.

Al fin, vino.













ahora si, fin.

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