ES IMPORTANTE SABER

sábado, 23 de abril de 2011

Cosmos, caos, dinámica, sentido común y estados de ánimo

El que lea esto puede asumir algunas partes como inevitables o no: no tengo ganas de dramatizar la situación para generar un enganche emocional en el lector que lo lleve a identificarse con el hipótetico heredero de la violencia, de modo que comprenda la fuerza irresistible que arrastra todo aprendizaje en el seno familiar.
Alcanza con una autocrítica honesta para eso.



Un día de mal humor

Karma es causa y consecuencia.

No es justicia, no es un intercambio, no es que "si hacés cosas buenas, te pasan cosas buenas", como si hubiera un eje cósmico a un lado del cual se amontonan cosas a las que se llama buenas y del otro lado las que son llamadas malas por estar puestas ahí, y una fila en la que nos colocamos como escolares bien educados para que un señor sentado en el límite nos vaya dando un paquetito que dice "cosas buenas" a los nenes que nos peinamos y no gritamos, y otro que dice "cosas malas" a quienes, no sé... hayan torturado o algo asi.

No hay bien y mal, o no encontré nada parecido hasta ahora. Encontré entropía y negentropía, amor y vacío, orden y caos. Bien y mal, no parece haber. Recompensa y castigo, tampoco.
Pero si hay causa y consecuencia.

Karma es causa y consecuencia.

Es, por ejemplo, nacer hijo de un padre alcohólico y golpeador y vivir las experiencias primarias de socialización bajo esa regla.
Y llegar a grande como no cabe de otra manera, alcohólico y golpeador.

Es vivir en un país tercermundista y que te intoxiquen el agua.
O que alguien invente el riesgo país para quedarse con lo de otro y caigas en la volteada, y te dé una apoplejía el día que te rematan la casa.

Es que si te pasaron cosas malas, te van a seguir pasando cosas malas.

Es lo que paga el espíritu por vivir encarnado, lo que lo deja sujeto al vaivén de las olas mecánicas de la materia.
Hay olas insuperables, como un terremoto, y otras cuestionables, como la del primer ejemplo.
Pero ya sabemos: levantar la cabeza por encima de todo lo mecánico de la vida implica juntar la inmensa cantidad de energía psíquica necesaria para cuestionar lo aprendido y sabido, más la otra inmensa cantidad de energía psíquica necesaria para imaginar una alternativa viable con la suficiente intensidad como para volverla potencialmente tangible, más la tercera inimaginable cantidad de energía psíquica necesaria para saltar de un paradigma a otro, abandonar el primero y sostenerse periódicamente en el nuevo el tiempo suficiente como para consolidar efectivamente el cambio.

La cantidad y calibre de las traiciones necesarias para lograr esto es tan grande y dolorosa como todos los pasos previamente dichos.

La libertad de acción desde esta perspectiva se vuelve por momentos algo tan fácilmente medible en términos de disponibilidad energética y escalones de capacidad, como quien cuenta sus monedas frente a una vidriera y elige una primera o segunda marca, un frasco mas o menos grande, o sólo se percata de que no le alcanza para nada.

Es más fácil, en ese sentido, cumplir el karma que trascenderlo.

Es más fácil entregarse a la materia y a la contabilidad semioculta de su conversión en energía, revolcarse con el mundo y la sensación que produce lo evidente, embriagarse con los sentidos y amar, odiar y aburrirse por turnos, ser aplastado por lo fuerte y romper lo débil, dar lo que recibo (que es lo único que tengo a fin de cuentas, porque nací desnudo), y sembrar más y más de la semilla que prendió en mi, ser parcela de tierra para la orden del cielo, repetir en ecos lo que me toca, sea lo que sea, pasión, dolor, risa: que todo lo que me llega del mundo se refleje a través mío sin más distorsión apenas que la sombra de mi silueta.

Causa y consecuencia, y nosotros en el medio.



Un día de buen humor

Karma es causa y consecuencia.

No es un intercambio: no es que hacés algo por alguien y eso se computa en una balanza cósmica como un vale por el derecho a que alguien haga algo por vos.
Es como regar tus plantas todos los días, con lo que apenas lográs incrementar la posibilidad de que se mueran menos y florezcan más.

Es saber también que cuanto más te ocupes de tus plantas, menos te ocupas de otras cosas.
Y también es aceptar volverse más vulnerable a que cualquier cosa que dañe tus plantas te dañe con más profundidad.

Karma no es recibir agua por agua, ni tener garantías. Es dar de buen grado, en la medida de lo posible.

Y aceptar que lo que vuelve es otra cosa.

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