ES IMPORTANTE SABER

sábado, 21 de mayo de 2011

Reflexiones sobre el amor en tiempos de hiv. Fotos varias, II

Foto Dos: El amor enfermo.


Me senté a la vereda de "La vaca atada", una parrillita de Palermo en Córdoba y Maure, de esas resistentes al hollywood, que no se compraron platos cuadrados, ni subieron los precios, ni dejaron de ser de barrio, y me pedí una cerveza y una suprema de pollo con fritas.

Mientras esperaba, comencé a relajarme. Había dejado la bicicleta sin encadenar enfrente mío, y el día era fantástico: pesado con vientito y sol dorado, ese que saca los colores más brillantes de los objetos.

Tengo una serie de problemas de vista: no veo lejos ni preciso, pero eso nunca me impidió absorberme en la visión de las cosas, y lo hago tan a menudo como puedo.
En la visión y percepción de las cosas, momentos. En su experimentación sencilla.
El día magnífico me llamaba, y el lugar era perfecto: la esquina de cuatro veredas de casas bajas y casi sin tránsito.
Cada tanto hasta ocurría que no había más ruido que el de los comensales.
La sensación de barrio pachorra que te llama a tierra: de ser una gota que cae desde las nubes, con tiempo para planear, pero con un recorrido seguro. Reconfortantemente seguro.

Y hacía mucho que no me tomaba el tiempo, ya lo extrañaba.

Sentadito a la mesa, replegué algo de mí hacia dentro y lo dejé caer por un túnel negro. Luego lo seguí de cuerpo entero y ojos abiertos, cayendo hacia la quietud del día dorado, flotando, hasta estar a la par.
Ahora caíamos juntos, la quietud y yo, en el fluir vertical de la quietud, ese que cualquier cosa que se mueva rompe, transversalmente. Y, desde ahí, acechamos juntos la próxima oportunidad.

No sé cuánto después, ocurrió: un señor entró sin previo aviso en mi campo de visión. La rotura de la quietud proveyó la energía suficiente para que fundiera mi conciencia en los colores de su camisa, pasteles pálidos, pero tan brillantes con el sol... la proporción de silencio y sonidos se empezó a recortar en un juego de totales que se alternaban como fondo y figura.

A veces estoy parado en el silencio, observando el paisaje de sonidos.

A veces estoy montado en un sonido disfrutando la ilusión de paralaje auditivo, oyendo todo desde el primer plano de este chico que se ríe o este auto que se va.
De repente el árbol sobre la calle con sus hojas que sospecho separadas pero veo fundidas se vuelve plenamente tridimensional, un testimonio de la corporeidad del mundo.

La quieta corporeidad del mundo.

Sobre la mesa circula el reflejo dorado de mi cerveza, por algún lado vuela una mosca y el aire se mueve entre nosotros, sinuoso como un dedo por la arena.
El tiempo no existe.
Pero llega la milanesa y me tengo que reconcentrar para almorzar.




Coincidencias, en el mismo día me encontré con dos astrólogos. Me regalaron una carta natal con Liliana Ortiz y me encontré imprevistamente con Nicolás Martinelli.

Ambos comparten la misma característica de todos los oráculos y algunos dirigentes: dan rienda suelta a su verborragia y se dejan llevar por las palabras hasta cumbres de sentido y significación. En el medio pueden agotarte, pero si uno resiste el cansancio, puede llevarse perlas.
Lo primero que me dijo Nico, fue "el hiv es la enfermedad del amor".
"Del amor enfermo", agregó inmediatamente.



Tras varios años de amistad, me encuentro teniendo fuertes fantasías con X.
Me encuentro en la duda de qué significa la franela que tanto me aplica/nos aplicamos. ¿Es un código entre amigos, que yo estoy perdiendo de vista? ¿Sentirá la misma atracción que yo y tampoco se atreverá a dar ese paso? ¿Disfrutará simplemente de tener un amigo al cual llamar en cualquier momento y franelear, pero no cogerme, todo en un único movimiento cuya razón sea sentir todo ese poder sobre mí, el de atraerme y negárseme sexualmente?
Cierto día, la tensión se me hace insostenible.

Podría llegar a niveles de tensión mucho mayores, pero no tengo interés.

Siento que tengo tareas para hacer con toda esta energía que me consume esta fantasía. No sé cuáles, pero sé que prefiero mantener esta energía para mi o para nosotros en vez de dejarla fugarse en la indefinición.
En los cinco segundos previos a tirarme a la pileta, tomo decisiones nuevas en mi vida.

Si vamos los dos en la misma dirección, buenísimo y veremos qué pasa.

Si no, posiblemente perdamos un amigo cada uno.

En ese caso, no es más una tarea mía contenerla a ella, en ningún aspecto.

Un amago mental de todas las seguridades que en otro momento hubiera intentado darle pasa por mi cabeza: que esto no afecta la amistad, que esto no es culpa de nadie, que pasado cierto tiempo todo se re encauzará normalmente.
Somos los dos grandes, lo mismo que sé yo, lo sabe ella.

Y la única seguridad que puedo dar es que si perdemos la amistad, nos va a doler a los dos.

Y que ya la perdimos, porque yo me la quiero coger, y no estoy dispuesto a mantener eso en la sombra mientras ella me llama para juntarnos en reuniones con amigos a charlar.


No siente lo mismo que yo, supone que lo mío es una cuestión circunstancial, yo no encuentro argumentos para decir que no. Tampoco argumenté una atracción en mi vida, y definitivamente no es éste el momento de empezar.
Prefiero dejar la casa.
"¿Qué vas a hacer ahora?" me pregunta.
"No sé" le respondí, y era verdad.
Pero si hubiera sabido, ya era asunto solamente mío.



Liliana Ortiz, la otra astróloga, dijo por su lado (coincidentemente con algunas ideas de Alicia Valero,), que mi campo áurico tiende a ponerse poroso, permitiendo la entrada de cualquier basura, y que esto está íntimamente vinculado con la manera en que me relaciono con las personas, lo que busco en las relaciones.

Que tengo problemas para mantenerme unido, que sufro disoluciones espontáneas de mi personalidad, que los bordes entre lo que experimento y lo que soy se me difuminan fácilmente. Que mis fronteras son fácilmente invadidas.

Que ahí radica el aspecto femenino de mi poder creativo (síntesis mía), al mismo tiempo que un espacio de debilidad, por no poder mantener mis límites definidos.

Mis defensas altas.




Duermo y sueño.
Hace miles de años, conocí, una vez, una chica que me gustaba. Tal vez estuviéramos en una fiesta, lo que recuerdo es el proceso.
Primero, de a poco, todo lo que nos rodeaba comenzó a apagarse.
Después, yo.
Cuando sólo quedaba ella, volví a ser conciente de tener un cuerpo, porque el mío estaba fluyendo hacia ella.
Primero las moléculas de mi cara, de a una. Eventualmente mi pene seguiría el camino, pero por ahora, yo era simplemente un río de moléculas que habían sido mi cuerpo que, como vapor, como niebla, abandonaba la estructura de mi ropa, que seguía simulando un hombre parado y comenzaba a rodearla.
A abrazarla.
A ser respirada por ella.
A embeberla, y cuando sus moléculas empiezan a teñirse de mi, despierto angustiado.
Afortunadamente, estoy solo.

Lo bueno de estar solo es... que me gusta disgregarme, pero necesito volver a concentrarme con periodicidad, y si hay alguien cerca puede ser doloroso y confuso.
Y si estoy solo es más fácil volver a ser yo. La diferenciación y expulsión de lo que no soy yo es tanto mas sencilla...
Aprovecho lo inusual de la hora para estar despierto y, oyendo los pocos sonidos de la noche, algo de mi resbala hacia dentro. Y la frazada se vuelve un cuadro puntillista en braille sobre mi piel. El dibujo es... fascinante.

Atrapante.

Inconcebible.

Inexplicable.

Empiezo a sentir el aire sobre mi cara, el aire entre mi cara y la pared, el aire
desde la pared hacia mi cara.

Como vapor, como niebla, empiezo a sentir el cuarto más allá de las frazadas, y vuelvo a dormirme, al mismo tiempo.

Algo de mi cae hacia un túnel negro.

Las frazadas flotan sobre la cama vacía.

Y no estoy más.

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